Son las palabras de Belinda y Fernando Álvarez, un matrimonio mexicano que regresa, cada año, al monasterio de San Antón para ejercer de hospitaleros

Por el camino que acompaña en paralelo a la carretera que une Castrojeriz y las ruinas de San Antón se pueden ver muchos peregrinos. Vienen andando desde el antiguo monasterio, un lugar especial para muchos caminantes, entre ellos, Fernando y Belinda Álvarez.

Este matrimonio mexicano son los hospitaleros del antiguo convento durante, al menos, tres semanas al año.

Unos 9.000 kilómetros separan México de Castrojeriz, y, aun así, lo consideran su casa. No es de extrañar, pues su adaptación al lugar es impresionante.

Cuando cruzamos la verja del monasterio nos reciben con una sonrisa de oreja a oreja, saludan y nos ofrecen un té caliente.

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Tras haber completado cinco peregrinaciones Fernando y Belinda se dieron cuenta que entre ellos y el Monasterio de San Antón había una conexión especial y decidieron convertirse en hospitaleros. Eso fue en 2018. Ahora, en 2023 cumplen su tercer año.

Para Fernando, el Camino de Santiago ha cambiado mucho con el paso de los años porque cree que, cada año, se ha vuelto una ruta más comercial. San Antón es, para él, uno de los pocos sitios que mantiene el espíritu inicial del camino.

Aquí la gente sabe a lo que viene. No hay luz ni agua caliente, pero encuentran paz, tranquilidad y la belleza del cielo y las estrellas”, nos explica.

Entre risas, la pareja nos comenta que para ellos existen dos tipos de peregrinos: los “peregrinos” y los “turigrinos”.

San Antón es, sin duda, uno de los puntos imperdibles de los peregrinos, pero quizás es una experiencia demasiado dura para los turigrinos.

Este matrimonio disfruta ejerciendo como hospitaleros.

Un trabajo voluntario que está para servir al peregrino sin esperar nada a cambio. Su labor consiste en atender a los caminantes, ofrecerles alojamiento y comida. Su misión es que puedan descansar por completo tras una etapa exigente caminando.

Trabajamos muy duro durante diez meses en México para poder venir a España dos meses al año”, nos comentan.

Y es que, además de las dos o tres semanas que sirven en el antiguo hospital de peregrinos de San Antón, siempre tratan de hacer alguna etapa del camino durante una o dos semanas, y visitar a la que definen como “su familia peregrina”, es decir, amigos que han ido haciendo a lo largo de los años en sus peregrinaciones, aprovechando al máximo el viaje desde tan lejos.

Mientras hablamos, un peregrino se despide y les da las gracias. Va a emprender de nuevo el camino. Había llegado la noche anterior, tarde y cansado, porque no conseguía dormir bien y aquí, entre los muros medievales de San Antón, por fin ha podido descansar.

Al salir del albergue, le vemos girar a la derecha. Y Belinda sale rápidamente para guiarle hacia Castrojeriz: “Este año todos los peregrinos se confunden al salir”, nos explica la voluntaria. Y es verdad.

 

Belinda y Fernando Álvarez en el Monasterio de San Antón donde sirven como hospitaleros

Durante nuestra entrevista, son varias las ocasiones en las que el matrimonio tiene que ir en busca de los peregrinos para que no se despisten con la señalización de otro de los pueblos cercanos.

Después de hablar con ellos, es fácil darse cuenta que su parte favorita de todo el municipio de Castrojeriz es San Antón;  aun así, los hospitaleros destacan la amabilidad de los vecinos del pueblo, al que suelen acercarse en bicicleta «siempre que se les antoja un buen queso«.